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Justo Facio (1859-1931)
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Justo Antonio Facio, nació en Santiago de Veraguas, el 17 de agosto de 1859, cuando aún Panamá pertenecía a la república de Colombia. Fueron sus padres Don Justo Facio Carrasco y la Sra. Natividad de la Guardia. Desde muy niño se trasladó a Costa Rica. Allí creció, se formó y vivió la mayor parte de su vida. Estudió en Puntarenas, en Heredia y en San José hasta alcanzar el grado de Bachiller en el Colegio San Agustín de Heredia. Carlos Francisco Monge, en la edición de Mis Versos, publicada en 2006 nos dice: “Facio alcanzó, aparte de la educación formal, una notable cultura general en forma autodidacta, en particular en los campos de la filosofía y de las letras clásicas; dominó el latín, el francés y el inglés”.
En la hermana República fue maestro, inspector escolar, profesor de castellano y literatura, director de la Imprenta Nacional, Sub Secretario de Estado, encargado de Relaciones Exteriores y carteras anexas, representante diplomático ante varios países centroamericanos, Gobernador de San José y en dos ocasiones ocupa la Secretaría de Instrucción Pública. En su tierra natal, fue el primer rector del Instituto Nacional, en 1909; cargo al que renunció por desacuerdos ideológicos con personajes influyentes.
Ejerció durante muchos años el profesorado dictando las asignaturas de gramática y literatura. Fue presidente del Ateneo de Costa Rica y realizó una vasta obra de difusión cultural en diarios y revistas de su época.
En Costa Rica, fundó varios diarios y revista como: Diario del Comercio, la Revista de Costa Rica y el periódico pedagógico El Maestro. Colaboró en Páginas Ilustradas, Notas y Letras y La República entre otras. Dirigió la revista Pandemónium, la revista Athenea (revista quincenal del Ateneo de Costa Rica). Escribió para otros periódicos como El Heraldo de Costa Rica y Repertorio Americano.
Como reconocimientos recibió las Palmas Académicas de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia. También recibió la Orden de Comendador de Isabel la Católica y fue uno de los miembros fundadores de la Academia Costarricense de la Lengua desde 1922.
Algunos de sus escritos los firmó con el seudónimo Gastón de Silva o su variante Guy de Silva.
Abelardo Bonilla en su obra, Historia y Antología de la Literatura Costarricense, nos dice de Facio: “Don Justo tuvo una visible influencia de la literatura neo clásica española del siglo XVIII y, en segundo término, del modernismo. No era un poeta de gran vuelo, pero era un artista del verso, con el sentido clásico de la naturaleza, tan raro entre los liricos costarricenses.”
Y sobre la personalidad del poeta, en Lira Costarricense, obra de Máximo Fernández, encontramos: “El perfil moral de Justo A. Facio ofrece líneas de irreprochable corrección. Es preciso hablar de él entre los modestos, entre los enemigos del bombo y del garbullo: se distingue por su ingenuidad, por la honradez positiva de sus intenciones, porque tiene lo que en Castilla se llama hombría de bien, por ser lo que se conceptúa excelente sujeto en todas partes, naturaleza sin maldades, y organismo sin aguijón y sin espinas”. La hermosa descripción de un ser humano irrepetible, esos seres que de niño vimos en nuestros abuelos y padres.
Justo Antonio Facio murió siendo Secretario de Instrucción Pública del vecino país, el 26 de diciembre de 1931.
“La Pedagogía quiere que de las escuelas salgan, antes que hombres instruidos, hombres sanos, buenos y pensadores.”
Justo Facio en Memoria de Instrucción Pública.
San José, Costa Rica. 1900.
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Juicios críticos sobre el poeta
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“MIS VERSOS”
(Fragmento)
Facio, es un parnasiano, pero no de los que dicen que la Venus de Milo es bella porque no tiene alma. Más claro: no es de los que creen que el arte está, solamente, en el empleo de frases adecuadas en el de "ridiculeces y extravagancias adorables" y en la impecabilidad de la forma.
Miremos como en precioso mármol talla el busto de una mujer que es aun casi una niña, es decir, de una niña que es ya casi una mujer:
En el linde vital en que floreces
donde sus formas la niñez aleja
tu joven cuerpo de mujer semeja
un botón de apretadas redondeces.
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¡Magnífica estrofa! Al escucharla diríase que se arrodilla el alma para presenciar la sublime y lenta metamorfosis: el cambio de la niña en mujer. ¡Cómo se adivina el apretado capullo abriéndose lentamente en flor! ¡Cómo, la crisálida que se esponja suavemente pugnando por romper su cárcel de vida para volar convertida en mariposa!
León A. Soto en, El Mercurio de 20 de febrero de 1895.
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MIS VERSOS
POR
Justo A. Facio
Facio es un poeta prendado del arte: trabaja sus estrofas con escrupulosa atención; engarza las palabras como si fueran perlas; estudia el conjunto y los detalles; gradúa los sonidos, y con atildado acierto los distribuye y enlaza.
Refrena las fogosidades de su temperamento meridional, aprisionando en la vieja cárcel de los moldes clásicos el torrente bullidor de su espíritu arrebatado.
Su musa calza la sandalia griega; lleva sobre los hombros manto imperial y diadema de perlas en la sien.
Sus versos se resienten de sobrada seriedad, carecen a veces de gracia; hay en ellos algo como la impasible y fría actitud de las estatuas; les falta calor, sangre, nervios: no escribe, esculpe; el pensamiento subyuga la sensación; sus estrofas son joyas, no ramilletes; hay en ellas dureza y brillo de diamantes; talla en mármol sus rosas; dispone de una cantera, no de un jardín.
Pero su labor vale, vale lo que muy pocas en América: el buen gusto cotiza a alto precio sus obras. Están hechas para vivir mucho, para vivir siempre.
Facio, con acierto que aplaudo, ha logrado sustraerse a los halagos de la moda: en vano llamó a sus puertas la coqueta deidad; su red de hilos de seda no pudo aprisionar el águila.
No lo tientan los aplausos de la multitud, aristocrático como el que más, desdeña los laureles burgueses; llena con seriedad su papel de poeta y con amor ejerce el sagrado ministerio de la lira.
Sus versos no están al alcance de todos; se necesita para comprenderlos y, particularmente, para gustar de ellos, estar iniciado en el secreto de los refinamientos, poseer la clave que descifra los altos problemas estéticos, ser dueño de la llave de oro que abre la puerta de los talleres clásicos.
Su libro no andará por los obradores de los artesanos ni por las mesas de pino; tiene supuesto en las estanterías de caoba, sobre los pianos de palisandro. Es joya delicada y requiere estuche de marfil o seda.
No hablan estas estrofas al corazón en el idioma del sentimiento; no siempre conmueven: muchos de los más hondos suspiros de Facio, muchos de los más desgarradores ayes de su alma herida, al pasar por el crisol de su mente, se cristalizan y endurecen.
Sus versos, pues, no serán nunca populares; no hallarán frescas bocas de quince años que los reciten, no robarán tiempo a los estudiantes que sueñan con Espronceda y se enloquecen con Bécquer.
La mayor parte de las gentes recibirá el libro con indiferencia; la envidia escupirá sus iras sobro él. Pero, ¿qué más da? Las uñas no dejan huella sobre el mármol; la ignorancia, amontonando brumas alrededor de esta obra delicada, la amerita y enaltece: será su ruin labor.
“La sombra que hace resaltar la estrella."
AQUILEO J. ECHEVERRÍA.
[De El Periódico]
Publicado en: NOTAS Y LETRAS. Revista quincenal ilustrada. Año 1, número 11 y 12. San José, Costa Rica, 1° de febrero de 1895
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JUSTO A. FACIO
Por Salomón Ponce Aguilera
(Fragmento)
[…]
II
Entre los cultivadores de la poesía en Centro América, JUSTO A. FACIO es uno de los que se lleva tras sí, mi entusiasmo y mi simpatía. Desde que leí sus versos allá en Colombia, cuando era todavía, un asiduo asistente de la Universidad, formé la idea —que el tiempo se ha encargado de ratificar— de que FACIO es poeta, y poeta de verdad, es decir, en la rigurosa acepción del vocablo, porque para mí es uno de los que tienen conciencia de que el arte es algo sagrado y que en su culto no ofician todos los llamados sino muy pocos escogidos.
Espíritu robusto y perfectamente equilibrado, FACIO ha sabido imprimir a sus poesías el sello todo de su personalidad artística, lo cual constituye, en primer lugar, la fama de que gozan entre los que las han leído con ánimo muy distinto al que inspiran la curiosidad o la novelería de diletante.
Una aura de serenidad clásica, la nota suave que conmueve sin producir sacudidas violentas, la línea delicada que converge a un conjunto de proporciones regulares, eso y mucho más encontrará la crítica en la obra del poeta de que vengo hablando, autor de un libro muy hermoso que lleva el modesto y basta humilde nombre de Mis versos. La razón del secreto para la producción genuinamente artística es muy sencilla, tratándose de FACIO: es porque en su espíritu hay tal ecuanimidad de energías que ninguna se sobrepone a las demás, y eso es precisamente lo que constituye al hombre benéfico en sus relaciones sociales, por una parte, y al poeta artífice, por otra. Quien dice arte dice trabajo, dice esfuerzo, y FACIO sabe que las obras de la inteligencia son tanto más dignas de aprecio cuanto mayor ha sido el estudio y la perseverancia puestos en la realización de ellas.
Conocido el temperamento de FACIO, sereno y reflexivo, no debe ser extraño para nadie que ni el dolor le arranque notas que no sean propias de una alma resignada y cristiana, ni el placer ponga en sus cantos otro acento, que el de una alegría sana y apacible. —Cuando, en la Elegía a la muerte de su padre, vierte amargo llanto, sin tregua, da a sus estrofas cortes soberanos magníficos como estas en que desborda el amor filial:
Ni de triunfos espléndidos ufano,
por laureles ceñido
en los hombres del genio soberano
transpones los linderos del olvido
El mundo en su orgullosa indiferencia
de tu historia no sabe,
que sólo de tu efímera existencia
conserva Dios la misteriosa clave.
Luces delante de Él cuanto ambiciona
el humano delirio:
coronas... tienes una: la corona
que te ciñó la mano del martirio.
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Y después, al hablar de la muerte, dice:
Ese genio que derrumba,
con mano bienhechora
de los mismos despojos de la tumba
primavera, magnifica elaboro.
De cuantos seres la Natura encierra
él tributos recibe,
y con la madre, la fecunda tierra
allí en amores eternales vive.
Yo sé que prestos lucirá vistosa,
en el aire sereno
desplegando sus pétalos, la rosa
fecundada por ellos en su seno.
Que tal vez en el éther que respiro,
de la flor en la esencia
los impalpables átomos aspiro
que de nuevo difunde tu existencia.
Mas nada son al triste pensamiento
esos ocultos lazos,
si no escucho tu voz, si ya no siento
el nudo y el calor de tus abrazos.
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Hay en el Parnaso de Colombia una muestra del género elegiaco que ha sido considerada como lo mejor que se ha escrito en estos países de origen español. Me refiero a lo que dijo Belisario Peña, en estrofas admirables, con motivo de la muerte de su amigo Ortiz Barrera, No recuerdo esa poesía famosa, pero los versos de FACIO que dejo copiados me traen un perfume semejante al que dejó en mi alma la lectura de aquellos tan celebrados, y esta semejanza, si es que la hay en verdad, encierra el mejor elogio que pudiera hacer hoy de la Elegía del poeta costarricense.
Negro es otra joya que contiene la colección titulada Crespones. Hay en ella un grito de angustia intensa, su forma es bellísima, y tiene delicadezas y símiles de primor exquisito:
Oh! ven, mi compañera,
mira el campo marchito
y cómo el manto de los cielos cubre
el mundo muerto con sudario frío!
La fuente que discurre
bajo los secos tilos
con lúgubre estertor de moribundo
interpone el sopor de lo infinito.
Acá es el sauce viejo
con la frente cuajada de rocío,
a cabellera blanca semejante.
un anciano que llora sin gemidos.
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Mira la vieja choza
del venturoso labrador abrigo:
¡bajo el dintel de la vetusta puerta
tiritan solos y sin pan los niños!
¡Oh pavor de lo triste!
¿No tienes como yo terror y frio?
¡Quiero sentir muy cerca
el calor de tu arrimo!
¡Tengo miedo! ¿No escuchas?
El viento, ya sin bríos,
lanza, como una bestia que agoniza,
dolientes resoplidos.
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iOh tierra desolada!
El alegre vergel del claro estío
bajo soplo de muerte
es un lugar estéril y marchito!
¿No lo miras? ¿qué buscas?
¿Es que te ciega el brillo
con que falaz naturaleza mofa
mi acento conmovido?
Baja la frente triste,
asómate al abismo…
y aquí en mi corazón, ¡oh! mí adorada
mira el cuadro sombrío!
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Bronces. Otra parte del libro. Son todos sonetos que sintetizan a grandes rasgos la personalidad histórica de ciertos hombres ilustres. Mi humilde concepto señala entre ellos, como los mejores, dos —Dante y San Juan, — de los cuales no resisto a la tentación de reproducir el segundo que he mencionado y que es el último de la colección.
SAN JUAN
Asienta sobre vórtices la planta.
su frente el cielo tempestuoso toca,
el acento de fuego de su boca,
torbellino de arcángeles levanta,
Entre el fragor de la trompeta santa
que a juicio los espíritus convoca,
con ruina y con estrépitos de roca
la cárcel de los réprobos levanta.
Al mandato de Dios, que él obedece,
todo un profundo y colosal abismo
por inmensa vorágine perece....
Mas para gloria del humano duele,
sobre el horror del vasto cataclismo
áurea Jerusalén erige al cielo!
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(CONCLUSIÓN)
Sólo los que hayan leído el sublime Evangelio y el Apocalipsis del Águila de Patmos podría apreciar, mejor que el verso, la verdad del concepto que hay en el soneto anterior. Para ellos no para los autores de rimas, va la reproducción que antecede.
Prescindo de Adelfas para hablar de Medallones. Consta este ramo poético, de ocho magníficos sonetos donde compiten el donaire de la expresión con la gracia de las comparaciones, la originalidad del pensamiento, con la hermosura de la forma, el buen sentido estético, con la riqueza del lenguaje, variado y opulento, en combinación de un ritmo delicioso.
Bajo el rico dosel de tu cabello
tu semblante moreno y sonrosado
es un suave crepúsculo bañado
por el pálido nácar de un destello.
uniendo la dulzura con lo bello,
luces en tus hechizos el agrado
que muestra el cervatillo delicado
a las caricias desplegando el cuello.
Sangre de rosa por abril formada
en tus mejillas difundir parece
una savia do fuerza bienhechora:
En tanto que por ella fecundada,
tu alma de virgen a la par florece
como botón de pétalos de aurora.
….……………………………………………
Es tu boca libélula encendida
entre lozanas rosas prisionera...
….……………………………………………
¡Salve! reina gentil. Es tu mirada
joya real para tu noble frente
en negros azabaches engastada...
….……………………………………………
Cogida en haz tu cabellera breve
sobre tu blanca sien de tuberosa
aseméjase a un cuervo que reposa
de una cima polar sobre la nieve.
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Como su azul de cristalino cielo
es en tus ojos grandes la pupila
garza morena que reprime el vuelo.
….……………………………………………
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Y hasta aquí de reproducciones que a seguir el camino que voy insensiblemente recorriendo, quizás tenga que copiar integro el libro del poeta, aunque el pensamiento quedase oscurecido por completo ante las armonías de su lira do oro. Eso, sin embargo, sería lo de menos, siempre que mi oración se valorase en lo que lleva de sincero, que lo que es por lo demás nada tengo que pedirle a mi ignorancia e insuficiencia.
Con todo como el arte tiene también sus venganzas, no quiero terminar sin una nueva muestra de la poesía de Facio, sana y robusta, que me resarce de la lectura de tanto verso malo como tengo que devorar a veces por curiosidad y hasta por obligación. A los poetas chirles de menos de 0,50 que dijo Clarín; a los que se creen llamados al magisterio del arte solo porque han nacido con oídos de músico; a los imitadores de las extravagancias do las escuelas nuevas en cuya infalibilidad no creo por la razón sencilla de que en religión soy católico; a los amigos del bizantinismo que no quieren entender lo que es el arte en su expresión genuina, del arte que es vida, es aspiración del sentimiento, a ellos, digo, reproduzco los siguientes pasajes de un autor americano en que el lenguaje se convierte en verdadero ritmo y el pensamiento es escala por donde asciende el alma en busca de un ideal entrevisto pero jamás hallado.
En Esfinge, poesía de sugestión, donde dice el misterioso espíritu que supone tener la clave de sus triunfos y glorias:
….…………………………………………………………………..
En el vasto silencio que pesa en torno mío
como si fuese losa de un túmulo de muerto,
cuando bajo la noche salmodia tristemente
el son de su murmullo monótono el hastío,
tu voz consoladora recorre mi desierto
en una muchedumbre de líricas escalas
y suéñome que cruza la selva de mi mente
un dulce pensamiento con trinos y con alas.
….…………………………………………………………………..
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En Mármol griega, que es todo bellísimo, tomo estas estrofas, que me parecen un modelo admirable para los que piensan que el verso no es más que puras combinaciones de líneas, de vibraciones de luz y de armonías:
Brilla en su rostro do Hebe
la juventud eterna de las diosas
y matiza su carne como nieve
la sangre de las venas de las rosas.
Ajenas a la queja
en sus labios de adelfas en capullo
la voz mundana solamente deja
ternuras semejantes al arrullo.
Su imagen que fulgura
no inspira al alma tentador empeño,
pues recorre su cándida hermosura
la placidez radiosa del ensueño.
En sus dulces pupilas,
asilo de las sombras encantadas
reposan inocentes y tranquilas
como negras palomas, las miradas.
….…………………………………………………….
Su aliento, adormecido
hinche su seno en curvaturas suaves
come esponjan, ocultas en el nido,
el dorso blando voluptuosas aves.
El beso que convida
con ardiente placer al alma loca
su ignorada languidez unida,
como inerte crisálida en su boca.
Bajo puro destello,
en noble encanto de mujer encierra
la fría pesadumbre de lo bello
que no fecunda el soplo de la tierra.
….……………………………………………………
Pero aun así perdida
deja en las almas que sujeta el suelo
coma una vaga sensación de vida
con ternuras y ráfagas de anhelo.
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Y ahora que me digan los modernistas y los decadentistas de aquí y de más allá si no es bueno, si no es obra de un poeta inteligente que sabe cuál es la misión altísima del arte como reflejo de la eterna Belleza.
San José, C. R., mayo de 1901.
Salomón Ponce Aguilera
Publicado en: Revista Pandemónium, año II, N° 8. 1 de marzo de 1903. San José, Costa Rica.
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Obras de Justo A. Facio
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Título |
Año |
Mis Versos. Tipografía Nacional. San José, Costa Rica. |
1894 |
A Panamá. Tipografía Moderna. Panamá. |
1908 |
En la Brecha. Tipografía de A. Alsina. San José, Costa Rica. |
1911 |
Lucha por la cultura. Artículos escritos en defensa de la educación secundaria. Imprenta y Librería Trejos Hnos. San José, Costa Rica, 1923. |
1923 |
Temas de Educación. Editorial Gutenberg. San José, Costa Rica. |
1929 |
La cultura literaria. Imprenta Alsina. San José, Costa Rica. |
1930 |
Referencias
- Fernández, Máximo. Lira Costarricense. Colección de composiciones de poetas de Costa Rica. Tomo I. Tipografía Nacional, San José, Costa Rica, 1890.
- Ponce Aguilera, Salomón. Justo A. Facio. Revista Pandemónium, año II, Número 8, 1° de marzo de 1903, San José, Costa Rica.
- Susto Lara, Juan Antonio. 12 panameños ilustres en el aniversario de sus nacimientos. Revista Lotería, 2ª época, vol. 4, nº. 45, agosto de 1959. Lotería Nacional de Beneficencia. Panamá, 1959.
- Bonilla, Abelardo. Don Justo A. Facio. Revista Brecha, año 3, N° 12, agosto de 1959.
- Facio, Justo A. Del Pensamiento Educativo Costarricense. Revista Brecha, año 3, N° 12, agosto de 1959.
- Miró, Rodrigo. Itinerario de la Poesía en Panamá. Editorial Mariano Arosemena, INAC, Ediciones del Centenario, Panamá, 2003.
- Facio, Justo A. Mis versos. San José, C. R. : EUNED, 2006. Colección Letras Nacionales, 1. Edición, prólogo y notas de Carlos Francisco Monge.
- Facio, Justo A. Ensayos y crónicas de una época (1892-1931). San José, C. R. : EUNED, 2009. Colección Letras Nacionales, 7.Edición, selección, prólogo y notas de Lenis Abarca Monge.
- Facio, Justo A. Repertorio Poético. San José, C. R. : EUNED, 2011. Colección Letras Nacionales, 8. Edición, selección, prólogo y notas de Lenis Abarca Monge.
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