|
Todo por misterioso mecanismo
es en tus manos singular, ¡Oh Dante!,
y al amor abres cielo fulgurante
y a la torpe maldad hórrido abismo.
|
En tu viaje mortal, a un tiempo mismo
aspiras con aliento de gigante
los plácidos ensueños del amante
y las penas del hondo cataclismo.
|
El rudo estigma de tu enojo ciego
la frente de los réprobos abrasa
con resonantes cláusulas de fuego;
|
Pero más bienhechor y más fecundo,
el tierno acento de tu amor, aún pasa
como un hálito de ángel por el mundo!
|
Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 51 de 15 de septiembre de 1909.
|