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III
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Es mi existencia, que fugaz avanza
de otoñales despojos sobre alfombra,
así como una vasta lontananza
toda cubierta por oscura sombra.
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No hallo lugar que mi dolor no sepa:
lo mismo en el Oriente que en Ocaso
descubro entre las zarzas de la estepa
las sangrientas señales de mi paso.
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A través de la incierta caminata
el dolor, que en mi daño se conjura,
de mis manos ansiosas arrebata
la mezquina piltrafa de ventura.
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Mas aguija el rigor de tal manera,
me hiere el corazón con tal porfía,
que hoy los pesares de la edad primera
se tornan dulcemente en alegría.
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IV
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Es deidad de atractivos sin iguales:
se llama la Esperanza; reina sola:
y a sus tristes esclavos, los mortales,
a sus caprichos frívolos inmola.
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¡Todos tras ella van, todos lo mismo!
Todos por entre sombras y entre abrojos
caminan inconscientes al abismo
con su visión quimérica en los ojos.
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Como en su propio triunfo se recrea,
juntamente despótica y sumisa
al mismo que subyuga lisonjea
con el falso primor de una sonrisa.
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Pero yo que perdido en el barullo
ninguna de sus dádivas conservo,
en cambio ya con doloroso orgullo
hice pedazos mi dogal de siervo!
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Mayo 1894.
Publicado en: Cuartillas, Número 7, San José, Costa Rica, 15 de junio de 1894.
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