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A VIRGINIA
MADRIGAL.
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Semejantes a fieros invasores,
los años implacables han pasado
dejando entre sus ruinas sepultado
mi vergel de esperanzas y de amores.
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Más allí, resistiendo a los rigores
del tiempo y de las cosas y del hado,
tu recuerdo no más ha conservado
la frescura y la luz de sus albores.
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Suele haber en desiertos arenales,
nutrido por ocultos manantiales,
árbol que galas sin cesar ostenta:
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Pues así como ese árbol que florece,
no perece el recuerdo, no perece,
si la fuente del llanto lo sustenta.
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Publicado en:
El Heraldo del Istmo, Nº 23 y 24 de 31 de diciembre de 1904.
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