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Tu espíritu, a las sombras avezado,
hasta las almas sorprendidas llega
y a sus ojos atónitos despliega
la visión tentadora del pecado.
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Cuando, con picaresco desenfado,
entre tus labios la sonrisa juega,
ante ti el pensamiento se doblega
como un dios dulcemente subyugado.
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El profuso montón de tu cabello
es como negra y fúlgida cascada
que el aura voluptuosa desordena. . . . .
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Quema tu boca con ardiente sello
y tiene en sus abismos tu mirada
atracciones obscuras de Sirena!.
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Publicado en:
El Heraldo del Istmo, Nº 23 y 24 de 31 de diciembre de 1904.
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