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En mis horas oscuras de remembranza
tú cobijas mis ansias y mis reveses
bajo la sombra triste de una esperanza
semejante a la sombra de los cipreses.
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Tú derramas el pomo de tu beleño
en la frente que el ayo dobla por tierra,
y flota en mis pupilas sopor de sueño
cuando mis ojos, Werther, tu mano cierra.
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Cuando tus pesadumbres con ansia viva
en mis hondas angustias de lejos sigo,
tú con voz sin engaños y compasiva
parece que me dices: ¡yo soy tu amigo!
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Como daga que fuera de torva nieve
el hombre tu mirada siente y divisa,
y llevas en tus labios, marchita y leve,
la adelfa venenosa de tu sonrisa.
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El cielo tus tristezas jamás alumbra,
y a solas en el limbo de tu santuario
te cubres con el velo de una penumbra
que baja de tus hombros como sudario.
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El reproche en sus labios jamás asoma,
que no tienes, vencido, cabe tu lecho,
contra el dulce tirano que así te doma
ni el coraje siquiera de tu despecho.
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Tiernamente padeces... ¿amas acaso?
El amor te tortura —¡bendita pena!
El néctar que guardaba tu frágil vaso
es un filtro de rosas que te envenena.
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Deshojada la rosa de casto ensueño,
en silencio que finge triste bonanza,
desechas con orgullo, porque es pequeño
el placer enfermizo de la esperanza....
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Tu pensamiento iguala roca desnuda
que erige en el espacio cumbre derecha,
y sola, como un cuervo, la negra duda,
Werther, desde la cima voraz te acecha.
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Tu dolor es un hierro que purifica:
cuando el filo te clava por indefenso
emerge de tus flancos, hermosa y rica,
una llama que fuera como de incienso.
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A manera de un ángel de muerto brío
que esclaviza una mano llena de gloria,
al sentir en tus hombros su poderío
¡pareces orgulloso de su victoria!
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¡Oh pasión bienhadada que te sublima!
Para tu contextura de varón fuerte,
semejante a montaña de clara cima,
es un reino sin sombras el de la muerte.
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Tu amor busca los senos de lo grandioso,
y en el linde postrero de tu jornada
con sonrisa de mártir y victorioso
te yergues fieramente sobre la nada.
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Esclavo satisfecho de tu destino,
bajo las llamaradas de un sol eterno
pasas, soberbio y triste, por tu camino
¡como un ángel precito por el infierno!
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Te protege la muerte: tu amor es santo:
esa efigie que luce siniestras galas,
porque no fue de culpa tu noble llanto
un santuario te forma bajo sus alas.
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Publicado en: Mis Versos
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