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Para Dolores Jaime
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Caminando doliente por el mundo
sin encontrar el fin de la jornada,
te hallé en mi vieja senda desolada
después de mucho andar meditabundo.
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No sé lo que sentí en lo más profundo
del corazón, pero creí curada
al influjo de luz de tu mirada,
esta inmensa tristeza en que me hundo.
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Y te conté mi amor, quedo, muy quedo,
con palabras dolientes, con el miedo
de quien presiente próximos agravios;
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tú escuchabas mis íntimos gemidos
pero si abrías un tanto los oídos
también cerrabas mucho más los labios.
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II |
Bien recuerdo la tarde, hasta la hora
en que, al cruzar del parque la avenida,
tu risueña pupila adormecida
me dijo que eras dulce y soñadora.
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Fue una tarde de julio, arrulladora;
el sol se desmayaba en su caída,
y a pesar de la senda ensombrecida,
hallé en tus ojos resplandor de aurora.
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Cuando dejamos la avenida umbría
y nos perdimos por distinta vía
tuve no sé qué idílicos empeños;
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pues tú, al dejarme en inquietud deshecho
llevabas solo un ramo sobre el pecho
y yo un haz de esperanzas y de ensueños.
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III |
Ya hace tiempo no cruzas la callada
avenida del parque silencioso,
y el parque está doliente, quejumbroso,
y se ve entristecida la enramada.
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Será porque no siente la sagrada
caricia de tu pie, ni el armonioso
acento de tu voz, ni el luminoso
reflejo de tu mística mirada?
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Yo he comprendido su nostalgia grave;
que el parque, como yo, lo mismo sabe
pesar sus alegrías y congojas;
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yo he visto que al cruzar tú por su vía
como que ha despertado la alegría
bajo el dulce entusiasmo de sus hojas.
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Del libro: Retazos Líricos.
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