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Como un cachalote cansado, ventrudo,
que múltiples hambres añejas hubiera
saciado en el lomo del mar, va tozudo,
un navío que miro desde la ribera.
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Silencioso avanza en la gloria del día
llevando su carga preciosa de enseres,
de artefactos, sedas, bella pedrería,
frutos de la tierra y hermosas mujeres.
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Nadie mire adusto la vía intermarina
ni lleve en su pecho el acíbar mortal,
que la humanidad sea a la vez una y trina,
en paz, abundancia y amor sin igual.
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Nadie quiera fosco su brazo medir
-cual los de corsarios fieros capitanes-
que en la nueva justa, de haber un reñir,
será por amarse con tiernos afanes.
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Desde la compuerta de la enorme esclusa
agito nervioso mi blanco pañuelo,
como enseña magna de pasión ilusa
que hablase al viajero de paz y consuelo. . .
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que pasen flamantes, bellas y triunfales,
todas las banderas de las cien naciones
que tienen historia y hechos inmortales,
y hubieron castillos y rampantes leones!
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Que pasen el sabio, el poeta, el obrero,
-modernos fenicios- con sus mercancías;
que a la vida canten y en brote sincero
abran nueva escuela de filosofía.
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Que viajen los hombres de toda la tierra
a través del Istmo de las maravillas,
y vean los tesoros que el canal encierra,
sus aguas silentes, sus verdes orillas...
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y en evocaciones de tiempos lejanos
y como al conjuro de mágicos hechos,
admiren de España altos, sobrehumanos,
el valor y arrojo de los férreos pechos;
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Cuando en carabelas frágiles, aladas,
con las blancas velas tendidas al viento,
como mariposas enormes, cansadas,
las aguas surcaron en su viaje lento,
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en busca de paso a las Indias de Oriente,
y un audaz marino descubriera un mundo,
edénico y rico, bello continente,
para los humanos manantial fecundo. . .
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Pasen, pues, flamantes, tendidas al viento
todas las banderas de las cien naciones,
en abrazo unidas por un pensamiento
sin armas, castillos ni rampantes leones!
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Que yo, Panameño, agito sereno blanco pañizuelo
desde las esclusas de la glauca vía,
diciéndole al mundo que en supremo anhelo
y como el pelícano de vieja leyenda,
desgarró su entraña la gran Patria mía!
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A Don Guillermo Andreve 1918
Del libro: Sonatinas
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