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Venía tras los luceros
en los telares del alba;
vestía franjas el cielo
con amagos de alborada
y ella nada más tenía
una ilusión y dos alas.
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Cuánta dolencia de grillos
por doquiera que pasara
ella, de jugo y de aroma
de camelias y naranjas. . .!
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Se fue encontrando conmigo
que iba cansado y sin alas
y nos ahogamos a un tiempo
en un fulgor de miradas.
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Ella con dos luceritos,
yo amasando una esperanza;
ella tibia de desvelos,
yo pesado de palabras. . .
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y ella tiró sus luceros
por subirse a mi piragua
pero ya allí no cabía
porque allí iba la mañana. . .
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Del libro: Antología Poética
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