¡Oh asombrosa vastedad de cruces negras!
calcinadas por el tiempo, la fatiga y la distancia.
Yo te saludo de pie, sobre el dedo mayor de tu pie izquierdo
y te hablo, fundamentalmente, como un sencillo poeta.

Barrio del Marañón;
trapiche de clavos y madera,
en donde el pobre es caña
que mueles y remueles
hasta volverlo tisis...

Monstruo de tablas viejas, lleno de recovecos,
de patios sucios y flacas escaleras,
con las calles moribundas y las paredes afiebradas,
eres una posada en la que mora el pobre,
enferma la esperanza, con odio en las pupilas.

Barrio del Marañón,
en donde el gordo es flaco
comparativamente;
en donde juegan sucios, con caras de adulterio
y cuerpos miniatura
niños blancos, negros, grises, amarillos y rojos,
y en donde el hombre besa desde los nueve años.

Cuando les dan un real, tus traganíqueles ladran
con dientes importados y el pueblo se emborracha
gritando en las cantinas, Lunes, Martes y Sábados,
Miércoles, Viernes, Domingos y Jueves.

Barrio del Marañón,
Yo te conozco entero,
en ti se han inspirado poetas y pintores;
en ti se ha hecho intermitentemente
la lucha inquilinaria.
Barrio del Marañón;
a veces me das lástima,
al ver tu inmenso vientre
repleto de miseria; de llanto y de dolor.

Publicado en: Antología general de la poesía panameña (Siglos XIX-XX). Barcelona, 1973.