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Y despreciaste el nido, el pobre nido
de rosas donde quise retenerte
y . . . volaste risueña, hasta perderte
en cielos de país desconocido.
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Hoy que vuelves al huerto florecido,
temerosa de ráfagas de muerte,
sólo puede mi amor compadecerte
y dejarte volar hacia el olvido.
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¡Oh! golondrina enferma. . . .¡oh! golondrina
que despreciaste mi nidal de flores
por ir en pos de inalcanzables galas!
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Al desprenderte de mi azul colina
sólo encontraste pájaros traidores
que desprendieron plumas de tus alas. . . .
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Publicado en: La Copa de Amatista.
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