|
De las canciones que adormecieron mi infancia, apenas
(recuerdo alguna
solemnemente contristadora como un lamento;
solemnemente contristadora como el murmullo con que
(las ondas de la laguna
en la alta noche responden, quedas, a las sonoras
(frases del Viento.
Y resonaban en mis oídos
las tristes notas del grave canto que doloroso recuerdo
(inspira,
como sonidos
estremecidos
en el cordaje de argéntea lira. |
De mi niñez amarga recuerdo, apenas,
que fui meditabundo como un anciano;
que sentí emponzoñarse todas mis venas,
precozmente, del virus del tedio humano.
|
La voz materna sólo vertió en mi oído
una canción de angustia y desencanto;
cada trémula nota, cada sonido,
era como un vibrante nuncio de llanto.
|
Lánguido, como acento de un arpa rota
que gime en desolada noche de invierno,
aún viene a mí el murmullo de cada nota
de aquel inolvidable canto materno.
|
Al regar en el aire del aposento
sus frases de congojas la voz querida,
aunque inocente y limpio, mi pensamiento
se nublaba de obscuro presentimiento,
tal como los cristales del firmamento
se nublan, cuando marcha la Tarde, herida
a expirar en su lecho de oro y argento.
|
Es que yo adivinaba, siendo un infante,
que intensa y prematura melancolía,
a manera de tierno pájaro errante,
en el nido de mi alma se albergaría.
|
Lánguido, como acento de un arpa rota,
que gime en desolada noche de invierno,
aún viene a mí el murmullo de cada nota
de aquel inolvidable canto materno. . .
|
Lo que arrancó a mi pecho gritos de espanto;
lo que llenó de sombras mi fantasía,
fue ver que una mañana mi madre –en tanto
que mi labio de niño se sonreía
a los postreros ritmos de la armonía–
derramaba en silencio gotas de llanto,
como si se acordase de un desencanto
o cual si presintiera que el alma mía
iba a ser lastimada por el Quebranto.
|
Del libro: Melodías del pasado.
|