EDITORIAL
EL SALDO DE SESENTA AÑOS DE INJUSTICIAS
Desde la firma del oprobioso Tratado de 1903, el Istmo de Panamá ha sido el escenario de una cadena interminable de injusticias, de intolerancia y vasallaje que ahora, con el corazón transido de dolor y consternación, hemos visto culminar en estas imborrables jornadas de sangre y luto.
Han sido las innumerables instancias en que las justas reclamaciones panameñas cayeron como hojas de papel inútiles en los escritorios de los dirigentes de la política norteamericana con relación a los asuntos del Canal de Panamá, las décadas de humillación y sojuzgamiento, lo que impulsó a la juventud panameña a hacer un gesto siquiera de reafirmación de nuestros derechos, un acto simbólico de izar la bandera nacional en el territorio de la Patria en donde la incomprensión y la ceguera y el atropello han imperado.
Como baldón sombrío y espantoso cayó sobre las jóvenes páginas de la historia panameña esta dolorosa y vergonzosa tragedia, cuando de una parte de nuestro territorio llovió sobre la otra parte la metralla enfurecida, las balas asesinas, la crueldad ensoberbecida.
Hoy, no sólo los más altos organismos internacionales, los gobiernos del mundo entero, sino los hombres todos, grandes y humildes, se conmueven al ver cómo se ha desatado sobre la pequeña nación del Istmo Centroamericano, el reino de la violencia y de la muerte y la desolación.
La sangre de los patriotas panameños derramada se vuelca así sobre la realidad contemporánea como una acusación insoslayable contra todas las fuerzas que persisten en la negación de los derechos justos de los hombres, contra los partidarios de la incalificable servidumbre de los pueblos, y pone en entredicho el glorioso patrimonio de conquistas de la humanidad entera.
Que sepan, pues, los miles de norteamericanos de la Zona del Canal, los cientos de funcionarios civiles y militares del gobierno de Estados Unidos, que son los que han construido con su inconsciencia, con su egoísmo, con su prepotencia, estos desgarradores cuadros de dolor, que sepan bien que sobre sus conciencias cae ahora el peso y la responsabilidad de la sangre inocente criminalmente e infamemente derramada, por sus hombres de armas.
Para nosotros los panameños quede la convicción de que es ahora cuando comienza la verdadera lucha, que ya hemos visto el rostro sanguinario y despiadado de los enemigos de la dignidad y la grandeza de nuestra Patria. Que esta convicción nos sirva de perenne acicate hasta la hora en que la victoria sea nuestra y definitiva y total.
(Editorial del diario El Panamá América, del 12 de Enero de 1964)
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