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El Día, sábado 11 de enero de 1964


Portada del diario El Día, del 11 de enero de 1964

EDITORIAL

La Mentira de las Agencias

Cuando todavía no se han abierto las tumbas de los héroes y mártires de la gesta en defensa de la bandera y la soberanía; cuando están aún húmedos los ojos de las madres y hermanas de los caídos;  cuando el país entero no ha salido todavía de su estupor por los hechos horrorosos de los días 9 y 10 de enero de 1964 y sin que todavía nos hayan dado la oportunidad de reponernos del artero y cobarde ataque del ejército de los Estados Unidos, los panameños estamos sufriendo otro ataque no menos cobarde y no menos artero, de parte de algunos organismos informativos controlados por el dinero norteamericano.

Las agencias noticiosas norteamericanas han difundido por el mundo especies tan insólitas como estúpidas. Y tan estúpidas e insólitas como la monstruosa agresión de que hicieron objeto al pueblo panameño.

Entre esas mentiras figuran algunas que hablan de la supuesta agresión de dos mil estudiantes panameños a pacíficas palomitas de la Zona del Canal, en la tarde fatídica del día 9. La UPI pasó un despacho, hace unas horas en el que se hablaba del linchamiento de gringos en Chiriquí. Que el gobierno panameño pidió ayuda al ejército para sofocar revueltas locales… y sepa Dios cuántas otras mentiras más…

Editorial del diario El Día, del 11 de enero de 1964

Pero lo más insólito de todo es que le haya tocado a Izvestia, el órgano publicitario de Moscú, tener que desmentir a esas agencias norteamericanas que están tergiversando la sencilla verdad de Panamá.

Ante estas circunstancias, el pueblo panameño no sale de su estupor. Nos han regateado miserablemente nuestros derechos. Nos han ofendido hasta donde han podido.  Han causado ultraje a nuestra Bandera. Han masacrado cobardemente a una veintena de hijos de esta tierra y ahora añaden al asesinato, al crimen, una infamia más, la mentira y la calumnia.

Así paga el “socio canalero” la franca amistad y lealtad de un pueblo.

Ojalá que la sangre de los mártires de la Bandera nos haga recordar perennemente semejante cobardía, pues, ahora, además de asesinos, son mentirosos y calumniadores!


(Editorial del diario El Día, del 11 de Enero de 1964)



Página 3 del diario El Día, del 11 de enero de 1964

UNA DERROTA

Por GIL BLAS TEJEIRA

La noche del jueves y a lo largo del viernes el ejército de los Estados Unidos perdió una batalla para su país y su pueblo. La sangre derramada por las armas norteamericanas en esta ocasión es la sangre de una multitud desarmada que, si era preciso dispersar, pudo haberse conseguido sin haber ocasionado los numerosos muertos y heridos que se produjeron con ráfagas de ametralladoras y disparos continuados de rifles y revólveres.

Y por la derrota de las armas norteamericanas en Panamá son responsables el Departamento de Estado, las autoridades civiles y militares zoneítas y los estadounidenses residentes en la Zona del Canal que han venido manteniendo una actitud intransigente en el asunto de las banderas y exaltando los ánimos de uno y otro lado de la avenida que hace poco fue bautizada con el nombre del asesinado presidente Kennedy.

El Gobernador Flemming figura entre los primeros responsables. El tenía la obligación de darle cumplimiento al compromiso contraído por su gobierno con Panamá, de enarbolar la bandera panameña al lado de la norteamericana en los puestos de la Zona del Canal que no fueran militares. Y en vez de llevar adelante sus instrucciones, recurrió al pusilánime expediente de cortar las astas en varios puestos entre ellos las escuelas. Ello dio lugar a que estudiantes zoneítas dispusieran exteriorizar su patriotismo enarbolando el pabellón de las barras y las estrellas, acto que fue desautorizado por el gobernador Flemming y muy aplaudido por una gran cantidad de zoneítas.

El general Flemming tuvo la suerte de volar hacia Washington el jueves en la tarde dejando en su lugar a un suplente. La fuerza militar estaba a cargo del general O'Meara, sobre quien sin duda cae culpabilidad mayor por la orden de matanza dada a sus tropas.

El no cumplimiento del enarbolamiento de nuestro pabellón en la Zona del Canal indujo a un grupo de estudiantes a llevar ellos personalmente nuestro tricolor a la Zona. Ya sabemos las consecuencias de este acto de fervor patriótico.

Lo más lamentable es que el primer choque se produjo entre estudiantes. Las nuevas generaciones de Panamá y la Zona del Canal no se encuentran para acordar, sino para disentir violentamente. Se ha cumplido el traslado de una herencia de odio de una generación a otra. Desde ya hay asegurado rencor para estimular los conflictos de mañana, que ofrecen ser más feroces que los de hoy.

Acaban de llegar al ápice del fracaso los sesenta años de presencia del gringo en la Zona del Canal. La obra que se realizó para unir al mundo, ha arribado a una división abismal entre el pueblo que la realizó y el que facilitó su territorio para ello.

El pueblo panameño ha sido sangrado una vez más. Mas parece que el sino nuestro es unirnos por el sufrimiento. E1 denominador común del panameño ha sido hasta ahora el resentimiento contra el gringo por todas las injusticias de que nos ha hecho víctimas, a partir de la imposición de un tratado que se mantiene vigente a pesar de su anacronismo colonial.

De lamentarse es que el resentimiento que hasta ahora nos ha unificado, se convierta en rencor. Yo me temo que en estos momentos no haya un panameño que de veras lo sea que no sienta encono contra los Estados Unidos.

Y yo afirmo que ellos acaban de perder una batalla. En estos momentos toda la prensa mundial se ocupa de nuestro caso. Los Estados Unidos tienen suficientes malquerientes que han de explotar el atropello asesino de que sus hombres de armas han hecho víctima a una multitud, si bien llena de indignación cuando vio su bandera ultrajada por un puñado de estudiantes boqui-rubios, desarmada para constituir un peligro para la seguridad de la Zona del Canal.

El mundo ha cambiado vertiginosamente en los últimos años. Hasta 1959 parece ahora de otra era. Los cónclaves internacionales están saturados de representantes de naciones recién llegadas a la libertad y dispuestas a ponerse siempre del lado del débil. Castro aprovechará el baño de sangre que el Tío Sam se acaba de dar en Panamá para predicar el odio al gringo. Y entre los panameños, estoy seguro, encontrará terreno abonado.

En los mismos Estados Unidos, por sobre los embustes ya manifiestos de las agencias informadoras, se abrirá paso la verdad y el atropello del pueblo panameño será arma contundente contra la reelección de Johnson.

Decididamente, los Estados Unidos, que no conocían la amargura de la derrota desde 1812, la van a experimentar ahora hasta el fastidio. Y si no rectifican su conducta para con Panamá, tendrán siempre, siempre, una zona de irritación y un campo para que sus militares sacien sus instintos sanguinarios.


(Diario El Día. Columna Mirador Istmeño, a cargo de Gil Blas Tejeira, del 11 de Enero de 1964)



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