De algo hay que morirse; yo, de Patria.
Y ya que se aproxima ésta, mi hora:
el final de servir y hacer la guerra,
comprendo que mi sangre sea un rellano
y estación de aforos para primaveras.
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He de morir, lo sé, y no tengo miedo;
lo dice el mar, el viento, esta tristeza
de azulosa nostalgia en mis memorias.
Ya sé que he de morir a plomo y cielo,
mas recuerda que fui dulce y angustiado
como un soplo de rosa, que fui breve,
besado por el sol y las palmeras;
toma mi sangre, ya todo lo he dado:
mañana volveré, multiplicado.
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