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Esperamos el clarín y el himno,
somos la historia y el hombre.
Jesús Cos Causse
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Cuando los fusiles callaron
se inclinó hacia un lado su figura
y así ha quedado Usted, eternizado.
No estuve en esa plaza
aquella tarde de mayo,
pero hoy estoy aquí para decirle
a las generaciones que han llegado
que con ese gesto de héroe atravesado
por las cinco descargas de la muerte
se inicia nuestra verdadera historia
de pueblo que sacude su pasado.
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No piense Usted que va a descansar
ahora que le han llenado el pecho de plomos.
En Usted, General Lorenzo,
ha sido condecorado el hombre istmeño
con el más humilde de los metales.
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Que no se olvide alguno
que la patria sobre sus pies camina
y sobre su mansa sangre se levanta.
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Sea Usted, General Lorenzo,
que desde que mataron su cuerpo
-por el camino humilde de su sangre-
la muerte se ha marchado a otra parte.
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¡Qué nadie pregunte por su tumba:
aquí fue muerto el hombre y se ha quedado!
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Publicado en: Estación de la sangre (Poema en dos tiempos).
Premio Miró, 1995.
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