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El mundo de los reinos
inferiores.
Naves catedralicias
que guardan las memorias,
las voces corporales.
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El larario encendido
en los exvotos.
El corazón de ver
y la memoria.
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Porque oirás encenderse
el ser,
el tiempo,
el muro.
Y un gemido de lumbre
en la madera.
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Y las madres acunan
de luz y de inocencia
los nombres de los hijos.
Y el grito de las islas,
encendidas
hasta la santidad
y la ternura.
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Del libro: Cumbres aldeanas y otros poemas.
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