Yo iba bailando por los caminos
y mis pies eran los tacones de la alegría.
En la cabellera llevaba peinetas de helechos húmedos
y con el alfiler largo de mi ingenuidad
ensarté estrellas en la lejanía
para hacerme un collar.
Pasaba por las ciudades
con el cuerpo lleno de sol,
me seguían las miradas de los hombres
blancas de pasión.
Yo iba tendida en un cáliz azul
que en los mares era barca de milagro
y en la tierra era milagro de luz.
Pero tú me has dejado en no sé qué playa fría
y voy entre las multitudes sola,
con un paisaje triste dormido en la pupila
y una lágrima empañándolo como un encaje de ola.
Tú te haces pequeñito y mi dolor se agranda.
Ultimo poema a ti. Entre este verso y la muerte
otras bocas, otras lágrimas,
como un vino claro y fuerte.
Y mis manos eternamente por la gran vía
mudas, dobladas, vacías.
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