Dicen que el ave errante de la montaña
entona sus cadencias con trinos tiernos
cuando encuentra su nido por la mañana
envuelto entre las brumas de helado invierno.
Por eso mi alma enferma que sufre y llora
cuando en oriente asoma la luz del alba
imita a la paloma de la montaña
olvidase del mundo, suspira, implora
y no halla lenitivo, ni paz, ni calma.