Yo estuve habitando
cuevas, silencios, trenes
a punto de partir
y despedidas.
Acudí a mítines,
a las aglomeraciones de la
protesta,
a las tertulias de café,
a los recitales donde agoniza
la cultura
como un cuerpo enfermo
y desahuciado
y traté de organizar la palabra,
transformarla en pétalo y mordida,
en pan común,
y mientras pensaba en grande,
en Uno,
sin pedir nada a cambio,
ni estrechón de manos ni palmadas
sobre el hombro
algunos tiraron trompetillas
y volvieron a sus antiguas
y esqueléticas
posturas de dioses o planetas
y se regodearon en incienso
y en el culto a su propia imagen
y organización
la celebración de su propio
aplauso
siendo actores
y público
sentado en las graderías
de su alma de espectáculo
y circo.
Eran los nuevos poetas,
los antipoetas, los contrapoetas,
los pospoetas y los ultra
y toda una genealogía
de bosquimanos
intentando poner los puntos
y las comas
alrededor de su nombre
bienamado
pulido con lija de agua
y bicarbonato al 100% puro.
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