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En la muerte está Dios cargado de ceniza,
violeta lo retrata su canto inmaterial,
con los ojos cerrados, robusta su pelliza
contra el frío terrestre. La muerte es natural.
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Apenas tengo miedo, mas un río desliza
un cauce humedecido de hoja y cenagal.
Tengo un llanto profundo. Si la sed agoniza
¿dónde dejo mi nombre divino y animal?
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Quiero profundamente con cien contemplativas
palabras silenciosas, palabras que están vivas.
¿Dónde está el tiempo herido que se me fue a tu mar?
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Es el presente, tú eres, es mi dar generoso
el que llega y me impulsa, se me prende furioso.
Está la muerte lejos cuando yo te sé amar.
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Publicador en:
La Estrella de Panamá, 23 de octubre de 1966.
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