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¡Negro nací! La noche aterradora
trasmitió su dolor sobre mi cara;
pero al teñir mi desgraciado cuerpo
¡dejó una luz en el cristal del alma!
C. Obeso. |
También negro nací; no es culpa mía...
El tinte de la piel no me desdora,
pues cuando el alma pura se conserva
el color de azabache no deshonra.
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Hay en el mundo necios que blasonan
de nobles por lo blanco de su cara;
que ignoran que en la tierra sólo existe
una sola nobleza: la del alma,
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¡Qué importa que haya seres que se jacten
de nobles porque tienen noble sangre
si practican el vicio?... Nada importa;
que ellos son nada ante el Eterno Padre.
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Negro nací; pero si Dios Supremo
ha teñido mis pieles con la tinta,
me ha dado lo que pocos hombres tienen:
un corazón virtuoso y una lira.
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Negro nací ¡no importa! Mi conciencia
me dice que conservo pura el alma,
como las puras gotas de rocío,
como la blanca espuma de las aguas.
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Y si la noche con su oscuro manto
logró cubrir mi cuerpo aun en la
cuna, una luz internó dentro mi pecho
y en mi mente una chispa que fulgura.
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Publicado en:
Itinerario de la Poesía en Panamá.
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