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TRÍPTICO MÍSTICO - III - Post-umbra, por Darío Herrera
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Cuando en mis noches,
cuando en mis noches de hondas nostalgias, el pensamiento
va visitando de mis amores,
de mis amores el cementerio,
tú sola surges,
tú que compendias todo el pasado de mis afectos,
tú sola surges a los conjuros de mi memoria,
¡tú sola surges, eternizada por el recuerdo!
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Y resucitan aquellos días,
aquellos días que ya murieron,
breves y dulces como una aurora,
breves y dulces como un ensueño,
en que vestida toda de blanco,
bajo la noche de tus cabellos,
a mí venías hermosa y pálida
allá en tu sala y en otro tiempo!
Después evoco la tarde triste,
tarde tan triste como el crepúsculo en un desierto,
en que tu vida se hundió en la nada,
en que tu alma se hundió en las sombras, en el misterio...
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Cuadro doliente
que no se borra de mi cerebro!
Aquellos dobles de las campanas,
graves y lentos;
aquel ambiente nubloso y frío;
aquel gemido largo del cierzo;
el ruido sordo de aquella lluvia,
y en tu aposento,
aquellos cirios de llamas trémulas
que derramaban vagos reflejos;
aquel gran Cristo,
allá en el fondo, como el emblema del sufrimiento;
aquel desborde de mi amargura,
y sobre el lecho,
entre las pompas de la mortaja,
glacial, inmóvil, mudo, tu cuerpo!...
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Ya ves que en mí alma te perpetúas,
que no te olvido, como tus labios me lo pidieron;
y que en mis noches,
y que en mis noches de hondas nostalgias, si el pensamiento
va visitando de mis amores,
de mis amores el cementerio,
a los conjuros de la memoria tú sola surges,
tú sola surges, eternizada por el recuerdo!
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Publicado en: El Heraldo del Istmo Nº 2, de 16 de enero de 1904.
Nota: Esta es una de las poesías que sufre cambios en algunos de sus versos.
La versión que presentamos difiere en las primeras estrofas con respecto
a la versión que aparece en la obra póstuma "Lejanías".
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