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Acaso las palabras de mi canto
se vuelvan contra mi alma en tus oídos,
y en aires de silencio desmedido
me pierda el ritmo en que lloré mi llanto.
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No habrá perdón a tanta pausa y tanto
amargo balbuceo sin sentido
( ardiente llaga, piel de mi gemido,
sombrío muladar de mi quebranto ).
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Pero tal vez, cuando haya yo purgado
en limbos de silencio mi pecado,
levantarás el vuelo que cubría
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la desnudez radiante de las cosas,
y en la secreta lumbre de la rosa
me abrasarás el alma de poesía.
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Del libro: Aproximación poética a la muerte y otros poemas
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