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En noches negras, repentinamente
salía donde menos lo esperabas:
resbaladiza sombra, te rozaba
la punta de los senos dulcemente
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con dedos intangibles, inocentes.
Y una descarga eléctrica rayaba
tu cuerpo y mis insomnios. El se esfumaba
como surgía, misteriosamente.
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Que Dios tenga piedad y halla perdonado
por fin al pobre espectro descarriado
que siguió sucumbiendo a tentaciones
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del siglo. Y que perdone a este celoso,
que nunca se tragó lo del grasoso
palpándote en oscuros callejones.
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Del libro: Aproximación poética a la muerte y otros poemas
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