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A mi sobrina Mercedes.
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Una flor me pides? Una?
no te la puede negar
quien se puso a tu mandar
desde que te vio en la cuna.
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Mas yo que el guiar tus pasos
cuitas tuve y tuve enojos;
“yo que me he visto en tus ojos
cuando te alzaba en mis brazos.”
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Y con piadosa intención
en tu alma blanca sembré
la azucena de la fe
y el lirio de la oración,
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no he de callar, por temor
de ocasionarte una pena,
que hay casos en que envenena
el perfume de una flor.
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Y te escudaré asimismo
contra la lisonja vil
que de un risueño pensil
transporta el alma a un abismo.
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Pálidas flores de invierno
que no avivó el sol de estío,
las flores del vergel mío
son de un aroma muy tierno;
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Mas si ellas colman tu anhelo,
aspira y gusta su aroma
imitando a la paloma
que, al beber, contempla el Cielo.
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Y en su suave claridad,
desde la celeste altura,
inundarán tu alma pura
Fe, Esperanza y Caridad.
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Feliz tú sí, con fruición
de esas flores celestiales,
los aromas inmortales,
guardas en tu corazón.
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1921.
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