El cielo hizo de escombros
esperanzas y caminos,
surgió polvo de vida
y otra vez despertaron los hombres.
Anudados
y confundidos del letargo,
movían sus cerebros
y las fuerzas del silencio
—sorprendidas—
bastaban para caer en llanto.
El cielo hizo
la vida de las horas
y el llanto eterno
fue la voz de los fusiles.
Del libro: Deseos, nunca realidades. Premio Universidad 1981.