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DESAPARECIDO,
por Enrique Chuez


Desaparición forzada - Foto: Internet

Desde que los hombres malos rompieron la puerta del departamento y se llevaron a papá a la fuerza, ya van cinco programas de Popeye en la televisión. La mamá de Quico no lo deja jugar carritos conmigo, el llanto de mamá que no acaba nunca, ese silencio tan grande detrás de mí y que es como una gelatina gris y pesada que se mueve apenas con el viento, y yo, en la ventana, mirando la tarde para que con la fuerza de la mirada, como dice Quico que se puede hacer y a veces resulta, papá regrese pronto.

En esa misma calle, allá abajo, con sus arbolitos que ahora están como arrepentidos de estar ahí, de estar verdes allí, los hombres, a empujones, con pistolas de verdad, se llevaron a papá, uno de ellos apuntándole a la cara que se le veía distinta, no de miedo, sino por la forma con que nos miraba como diciéndonos algo más allá de su boca que tenía las palabras que no le dejaron salir porque el hombre le puso la punta de pistola y le aplastó los labios con fuerza.

Cuando lo metieron al auto negro que partió hacia la noche que venía cojeando con una costumbre diferente, como sin juguetes, como sin helados viendo las cómicas de la televisión, yo alcancé a gritar: “!Papá!” Detrás sentí los brazos de mamá y entre los dos nos llenamos con esa gran cantidad de llorar que no ha querido detenerse en mamá hasta ahora cuando veo el mismo auto negro que se detiene en el mismo lugar, como la primera vez y el tiempo no hubiera transcurrido y papá lee el periódico y mamá canta en la cocina y salen los hombres. Son los mismo. Uno de gafas oscura me señala y sé que vienen a buscarme.

Como tengo en el corazón que papá no regresará nunca, ni con la fuerza de la mirada, y a mí me llevarán a ese lugar de donde no se regresa, veo la distancia de cuatro pisos hacia abajo, hacia las verjas de hierro de la entrada del edificio y sé que tengo que tirarme.

Y tengo que tirarme para morir porque así a mamá no le dolerá tanto mi muerte como si me llevaran y no me volviera a ver nunca, como a papá.


Publicado en: Panamá Cuenta. Cuentistas del Centenario (1851-2003). Panamá, 2003.


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