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Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
soy de vosotros hermano,
frescos árboles floridos.
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Como en vosotros, se aferra
en mi ser el sacro anhelo
de ir—rasgando aéreo velo—
con la frente al ras del cielo,
con el pie al ras de la tierra.
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Y lo mismo que vosotros,
en fraternales amores
dejo que caigan en otros
seres hermanos mis flores.
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Arboles enflorecidos
que sois en la azul pradera
nidos de flores, tejidos
por el Hada Primavera.
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En vuestros ramajes vi
retozar los ruiseñores,
como retozan en mí
los pensamientos de amores.
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Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos:
soy de vosotros hermano.
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Y cual regáis a los vientos
vuestras flores, vuestras hojas,
al viento doy pensamientos
y recuerdos y congojas.
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Vengo de abajo, de abajo,
de lo oscuro donde empieza
toda montaña. No trajo
mi alma la triste grandeza
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del ser que nace en la cumbre
y, olvidado de sí mismo,
se pierde en la muchedumbre
como el río en el abismo.
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Vengo de abajo. Mas hube
de comprender que es mejor
el árbol que hacia la nube
levanta su rama en flor;
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es mejor que el arroyuelo
que nacido en el glaciar,
—cerca, muy cerca del cielo—
viene a morir en el mar.
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Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos;
soy de vosotros hermano.
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¡Ah! Yo seré vuestro hermano,
hasta la noche gloriosa
en que del hosco gusano
nazca la azul mariposa.
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1916
Publicado en: La Copa de Amatista.
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