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Suena la voz del órgano quejoso;
y las flores de labios, sosegadas,
enseñan sus corolas perfumadas
en el asilo mustio y silencioso.
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Es la hora del alba. En mi reposo,
las preces de las pobres asiladas
llegan a mí cual dichas ignoradas
donde flota un encanto doloroso.
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Es que vuelan como aves fugitivas
aquellas almas, del Dolor cautivas….
Y al verse en la orfandad más solitaria,
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con qué inmensa tristeza, con qué anhelo,
creer hallar otra madre allá en el cielo
esos seres como hechos de plegaria.
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Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 55 de 1º de diciembre de 1909.
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