¡Nochebuena!, por
José Guillermo Batalla

Nochebuena para el niño que vistió ricos pañales,
que jamás supo del frío de las noches invernales,
ni encontró sabor a hieles en la copa del pezón;
para el párvulo dichoso que entre mimos y ternuras
vive la época imborrable de las cándidas venturas,
de la paz y de la inocencia, de la blanca floración.

Nochebuena para el niño de los largos rizos de oro
y las plácidas sonrisas y el acento más sonoro
que el gorjeo de las aves, que la fuente del jardín;
para el grácil pequeñuelo de las dulces soñaciones
que ha pedido en una carta toda llena de borrones
un tambor, un rifle, un kepis, una espada y un clarín.

Dice el órgano del templo: ¡Nochebuena!, ¡Nochebuena!
¡Nochebuena!, dice el brance que en la vieja torre suena
como un célico llamado, como una divina voz.
¡Nochebuena!, dice el niño que está loco de alegría
porque ha visto en su aposento, con la luz del nuevo día,
todo aquello que en su carta le pidiera al Niño Dios.

Navidad para el pequeño que no tuvo la fortuna
de vestir valiosas telas, de mecerse en blanda cuna
y dormirse a los halagos del afecto matermal;
el chiquillo flaco y débil, de las pálidas mejillas
que en los húmedos rincones de las míseras buhardillas
pasa el tiempo que le deja su trajín del arrabal.

Nochebuena Para el niño que se ha estado horas enteras
contemplando con atónitas miradas las vidrieras
de las tiendas de juguetes, donde ha visto un lindo tren
con su máquina y sus carros, con su puente y cambia-vía,
una caja de boliches, otra de Carpintería,
un magnífico automóvil y un vistoso palafrén.

Nochebuena para el niño que al brillar la ansiada aurora
de la Pascua, mientras que otros son felices, llora y llora
tristemente y sin consuelo, desde su humilde jergón,
porque ha visto que, no obstante haber dejado en sus
polvorientos su misiva de ilegibles garabatos,[zapatos
no le ha puesto nada el viejo de las barbas de algodón.

¡Navidad!, dice el murmullo de las gentes bulliciosas
que en desfiles incesantes y en hileras tumultuosas
van por todos los bazares de la sórdida ciudad.
¡Navidad!, dicen los pobres. ¡Navidad!, dicen los los ricos.
¡Navidad!, dicen los ecos de los tiernos villancicos.
Todo dice ¡Nochebuena!; todo dice ¡Navidad!

Navidad para la madre satisfecha y complacida
que, ante el goce casto y puro del pedazo de su vida,
siente el alma dominada por la más grata emoción.
Navidad para la madre que del fondo de su pecho,
al notar que el hijo amado yace en lágrimas deshecho,
siente como si trataran de arrancarle el corazón.