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Estrofas dedicadas al benemérito
General Don Esteban Huertas
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Oye mi desacorde y rudo acento,
oye la voz del ignorado bardo
que inspirado en tu fama, tiene aliento
para cantarte, paladín Gallardo.
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Al pensar oh Adalid! en tu heroísmo
borro de mi memoria esos gusanos
que, creyendo verdad un espejismo,
se ven gigantes cuando son enanos.
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Olvido al necio que se vio en la altura
porque el Acaso lo aventó hacia arriba,
que aunque vuela el Talento, aunque fulgura,
la suerte siempre se le muestra esquiva.
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Tú no surgiste de como aquellos. Fuerte
tu brazo te engrandece en la batalla;
tú siempre fuiste adonde fue la Muerte,
en medio de erupciones de metralla.
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Luchas desde tu infancia, desde entonces!
Y en el combate, sin sentir desmayo.
No es más sensible que tu pecho el bronce.
No es más temible que tu espada el rayo!
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Te amamantó soberbia una leona
o fue tu cuna el borrascoso nido
de águila altiva que su afán corona
si oye del trueno aterrador bramido?
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Te infundieron allí los huracanes
con su aliento la fuerza irresistible
que convierte a los hombres en titanes
y barre como polvo el Imposible?
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Más yo no quiero en apacibles horas
recordar tus hazañas de guerrero,
ni que es lava la sangre que atesoras,
ni que es centella tu esplendente acero. . .
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Yo quiero recordar ese delirio
de libertad que sublevó tu pecho
y te hubiera llevado hasta el martirio
y no triunfar, como triunfó, el Derecho.
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Yo quiero recordar que por tu brazo
AMADOR, el perínclito patriota.
Asestó el golpe sobre el férreo lazo
y vio al momento la cadena rota.
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Sorprendente y magnifica victoria
que al redimir a verdaderos parias,
también los nombres colocó en la Historia,
de BOYD, de ARANGO, de
de ESPINOSA y ARIAS.
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Victoria que sin lágrimas, ni duelo,
ferviente aplauso al Universo arranca
y cobija por ella nuestro suelo,
bendita enseña: la bandera blanca.
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Cuán hermosa es la paz! Ella en el lstmo
a Némesis ha opuesto fuerte muro,
ha venido a salvarnos de un abismo
y a presagiarnos bienestar seguro.
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El Progreso vendrá bajo su amparo. . .
Abierto el Istmo por profunda herida,
será esta brecha luminoso faro,
inagotable manantial de vida.
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Cabe sus bordes cuantos sienten hambre
cuantos sufran miserias de mendigo,
acudirán en bullicioso enjambre
a buscar pan y a suplicar abrigo.
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Y los tendrán! Y llenos de arrogancia
podrán después que intrépidos lucharon,
llevar a sus hogares la abundancia
que con su noble esfuerzo conquistaron.
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Ya terminada la fatal contienda
tranquilamente cierran sus pupilas,
para dormir bajo la misma tienda,
los que lucharon en opuestas filas.
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Los rostros de las madres hoy risueños
hacen amar de la Concordia el fruto. . .
Ya no temen los bélicos empeños
que dejan orfandad, miseria y luto.
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Ya en el verdor de sus primeros años
no irán mozos alegres y sencillos,
hijos del pueblo, a preparar peldaños
para que suban hábiles caudillos.
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Ya no irán a matarse con encono,
para que, al cabo de la lucha fiera,
su sangre juvenil sirva de abono
al campo infame de ambición rastrera.
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Ya sucede al horrísono estampido
del cañón formidable y pavoroso,
de los talleres el alegre ruido,
de las escuelas el rumor precioso.
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Irá la luz de la instrucción divina
desde el palacio hasta la humilde choza,
restableciendo la moral en ruina
y redimiendo al que en error solloza.
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Ya del machete al poderoso tajo
no han de caer millares de cabezas;
lo emplazarán los soldados del Trabajo
en talar bosques y arrasar malezas.
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Para sembrar después el útil grano
que al germinar, a costa de fatigas,
en la colina tienda o en el llano
áureo manto de próvidas espigas.
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Y el humo de las fábricas, que sube
como incienso a la bóveda infinita,
reemplazará la ennegrecida nube
que levanta la pólvora maldita.
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Para dar paso a máquinas extrañas
las fieras fugarán de su guarida;
serán palacios las que son cabañas.
Habrá doquiera movimiento y vida.
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Será un hombre el indígena que hoy gime
olvidado, en amargo oscurantismo,
con nostalgia de sol, que su alma oprime,
que la entristece, sin saberlo él mismo.
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Prosperarán las artes y la ciencia;
donde hay zarzales brotarán vergeles,
y por hambre, la flor de la inocencia
no irá marchita a engalanar burdeles.
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No, no es un sueño el que en mis versos pinto!
Es una hermosa realidad cercana. . . .
De la patria adoptiva en el recinto
tendrá el Progreso su sitial mañana.
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Y ningún noble corazón istmeño
olvidará jamás que sin tu ayuda
nunca triunfará el generoso empeño
que hoy en cariño los rencores muda,
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y nos ofrece porvenir dichoso,
y en nuestro suelo sin rival, fecundo,
hace promesa de festín copioso
que bastará para nutrir el mundo.
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Panamá, enero de 1904.
Del libro: Paz y Progreso.
Publicado en: Revista Lotería, Nº 60, de mayo de 1946.
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