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Desatado llevo el llanto
como una greña de plata,
malherida la ternura,
la risa desamparada
y el dolor a borbotones
como una vena cortada.
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De mi amor hiciste espino
y de su recuerdo, llaga.
Desde tu voz aventaste
salmuera de tus palabras,
por calles de noche turbia
y bares de mala fama.
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Ríos de hiel van bajando
entre las orillas pardas.
El desamparo me lame
de los pies a la garganta
y aúlla desolaciones
en la puerta de mi casa.
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Dime lo que no me has dicho
o ya no me digas nada;
eras perfil de mi sueño
y hoy no quiero ver tu cara.
Como recuerdo te dejo
corazón envuelto en llamas,
por si derrite tu nieve
altanera y solitaria,
por si ilumina la noche
de tu última jornada,
si es que te quedas dormido
entre la noche y el alba.
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Se apagaron las estrellas
del cielo de mi barriada.
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Del libro: El alba perdurable.
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