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Tienes como Luzbel, formas tan bellas,
que el hombre olvida, al verte enamorado
que son tus ojos negros dos estrellas,
veladas por las sombras del pecado. |
Y no turbes hipócrita, el reposo
del pobre hogar que con tu falta escudas,
porque a besar te atreves al esposo
como besaba a Jesucristo Judas. |
¡Y aún sus flores te dan las primaveras,
y ya tienes el alma envilecida!
Ya llegarás a ver aunque no quieras
el horizonte obscuro de tu vida. |
Desdeñas los sagrados embelesos
del casto hogar, de la mujer honrada
y audaz ostentas al vender tus besos,
las llamas del infierno en tu mirada. |
Manchas el suelo que tu planta pisa,
tú manchas lo que tocas con tu mano;
Te dio Lucrecia Borgia su sonrisa
y Mesalina su perfil romano. |
Brota el deleite de tus labios rojos,
se aparta la virtud de tu presencia
porque negros, más negros que tus ojos
tienes mujer, el alma y la conciencia. |
Rosas de abril parecen tus mejillas,
mármol de Paros tu ondulante seno;
más ¡ay! que tan excelsas maravillas
son de barro no más, no más de cieno. |
Reina del alma, tienes por diadema
la infancia que con nada se redime
¿El pudor?. Es un ascua que te quema.
¿El deber?. Es un yugo que te oprime. |
Tienen las gracias con que al mundo halagas
precio vil en mercados repugnantes,
y te envaneces de cubrir tus llagas
¡con sedas recamadas de brillantes! |
En este siglo en que el honor campea,
no te ha de perdonar ni el vulgo necio,
Hieren más que las piedras de Judea
los dardos de la burla y el desprecio. |
Mañana, enferma, pobre, abandonada,
de la mundana compasión prescrita,
el honor, cuando mueras humillada,
sobre tu tumba escribirán: ¡MALDITA! |
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.
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