OFRENDA A LA MEMORIA DE LOS HEROICOS BOMBEROS QUE CAYERON CON GLORIA EL 5 DE MAYO DE 1914,
por Zoraida Díaz
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introducción |
Yo quisiera tener para esta noche
palabras de dorada inspiración
frases que tradujeran lo que siento,
mi pena, mi dolor.
Pero ya que no tengo la elocuencia
que a otros mortales concediera Dios
me consuelo pensando que en mi pecho
late un buen corazón.
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Mi corazón, es pues, el que a mi boca
se asomará transido de pesar
recordando una historia de heroísmo
que nuestra mente nunca olvidará.
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No miréis si la forma no es hermosa
porque hermosa no puede ser jamás
y pensad solamente que es muy santa
la intención que me guía para hablar.
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Y en fin... cuando al correr de mi discurso
llegue hasta fatigarse vuestra fe
acordaos de aquéllos que murieron
y no olvidéis que os habla una mujer.
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No veis? qué hermoso paisaje
no columbra la pupila
en esta noche tranquila
ni una nube, ni un celaje.
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La luna, clara y radiante
el campo quieto y dormido
y apenas se escucha el ruido
de la blanda brisa errante
que con su dulce rumor
en la media noche en calma
habla, al anhelo del alma
de dicha, de paz, de amor.
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De pronto, vaga, lejana,
en la mudez de la noche,
rompe del silencio el broche
el clamor de una campana
y esa nota voladora
amarga como un lamento
pasa....diciendo en el viento
que hay alguien que sufre y llora.
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Acaso será un anciano?
una mujer, que en su horror
mira buscando en redor
alguien que le dé la mano!
Tal vez será un tierno niño
que solo y abandonado
se encontró desamparado
sin padres y sin cariño!
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Y al oír aquella voz
los valerosos bomberos
se precipitan ligeros
cual si los llamase Dios!
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Ellos no saben de dónde
sale la voz que reclama
y que hace bullir la llama
que entre sus almas se esconde.
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Y sin besar a la esposa,
a la madre, al tierno hijo,
van... el pensamiento fijo
tras la campana angustiosa.
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Pero ay ! que la noche aquella
que convidaba al amor
esa noche, clara y bella
era noche de dolor!
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Y la esquila sollozaba
con sollozo vago incierto
que en el viento se apagaba
y esa vez, su voz estaba
sin saber, llamando a muerto.
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Quién sabe si hubo un momento,
en que cruzó por las mentes
de ese grupo de valientes
un negro presentimiento.
Mas, qué importaba a su intento
que el peligro los cercara,
si ellos miraron cien veces
a la muerte, cara, a cara?
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Olvidados de sí mismos
con el peligro lucharon
e impasibles se asomaron
a las bocas del abismo....
Que ellos eran de esos hombres
que viendo hacia el porvenir,
sin glorias y sin renombres
nacen, para no morir.
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De esos hombres que en su ser
dominan su propia suerte
y que llegan a aprender
que es más fuerte que la muerte
la consigna del Deber.
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Hombres que hacen de sí
lo que su alma heroica quiere
y que saben que no muere
el hombre que muere así.
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Se vio de pronto encendida
una llama extraordinaria!
llama que era necesaria
para extinguir tanta vida!
Y volaron en girones
por los campos esparcidos,
nobles pechos, que eran nidos
de abnegados corazones!
Y quizás los que cayeron
a los vívidos reflejos
de esa inmensa llamarada,
vieron, con cara asombrada
que allá distante... muy lejos!
se abrieron de par en par
las puertas de oro del cielo
para dejarlos pasar.
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Pero a qué recordar cosas amargas
y el sueño de los justos perturbar
si en cada corazón que noble late
a su memoria se elevó un altar?
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Recordemos su vida como ejemplo
de "Disciplina, Honor y Abnegación"
y pensemos, que un hombre nada vale
si no lleva en el pecho un corazón.
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Hagamos de sus tumbas un santuario
adonde un pueblo acuda siempre fiel,
y en donde crezca, en profusión alegre
el orgulloso gajo del laurel.
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Y no lloremos por la triste suerte
que el Destino fatal les deparó
porque el que muere cual murieron ellos
muere a la vida…, que a la Gloria no!
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Del libro: Nieblas del Alma.
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