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Tras el oscuro velo de la ausencia
yace escondido el alma de un recuerdo,
de un recuerdo que dice a mi conciencia
que pronto volverás… que aún no te pierdo.
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Yo siento palpitar junto a mi vida
la tuya… y en un loco desvarío
con el alma enlutada entristecida
recordando tu imagen me extasío.
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Pues sé que cuando suene allá en los cielos
la voz de los clarines celestiales
tendrán fin mis angustias, mis anhelos,
y entonaré de nuevo mis cantares.
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Cantares dulces, tiernos, melodiosos
que llevarán a tu alma desolada
el reflejo de tiempos más dichosos
y la expresión de mi alma enamorada.
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Y tu revivirás. ¡Esa imposible
que al escuchar mi voz y mi gemido
aún permanezcas mudo e insensible
en tu glacial reposo sumergido!
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Vendrás a mí, lo sé, y en ese instante
he de mirar ansiosa que surgiste
en medio de las sombras siempre amante,
¡las sombras, en que envuelto te perdiste!
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Entonces cantaré cual la avecilla,
que allá en el seno de la selva umbría
entona su canción dulce y sencilla
cuando anuncia la aurora el nuevo día!
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Del libro: Nieblas del Alma.
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