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Ha llegado el momento. Se derrama
la voz del hombre. Palpo su cansancio
su fina tierra, su ademán de mundo;
y todo viene a ser ojal, ceniza,
arroyos y cuadernos y palabras
--las cosas mismas en su mar de asombro--
las islas, los sepulcros donde el grito
es un cadáver más de aquellos muertos.
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Yo no sabría decirte de que forma
meto la mano en tus quejidos hondos,
ni de que forma puedo tocar las voces
viajando por la sangre como cuerdas
de insondables guitarras desprendidas.
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Pero todo es lo mismo. Todo viene
en un guante de muerte almacenado:
la lluvia, la tristeza, los balcones
donde el hombre se inicia saludando
porque estas son, si te dijera, hijo,
las voces del dolor que trajo el alba.
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Del Libro:Despedida del hombre
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