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Como una piadosa reliquia guardada,
mostrando el encanto de su antigüedad,
levanta la torre su piedra gastada,
diciendo al viajero la vida pasada,
la sombra de un pueblo, la muerta ciudad. |
Parece una historia que duerme escondida
bajo la tristeza de su muda huella;
rumoran las hojas su eterna caída,
y suena el lamento del viento que llega,
llevando al silencio la voz de la vida. |
El mar que meciendo su límpida espuma,
con su llanto eterno de cautiva fiera,
finge legión loca que avanza atrevida,
que para de pronto como arrepentida
vertiendo su encanto sobre la ribera…. |
Y vino el incendio; como flor rojiza
que pierde en la noche su mágico olor,
la ciudad entera volvióse ceniza,
que la noche misma dispersó la brisa,
borrando la huella de todo esplendor. |
La ciudad toda perdió su tesoro;
su límpido oro, su marfil, su nácar, su perla, su plata;
el rico recuerdo de egregios varones huyó para siempre;
cuando entre jirones, perdióse en oriente la nave pirata. |
Cuando vino el alba tras la noche aquella
rasgando en las nubes su mágico tul,
encontró tan sólo cerca de la playa,
la torre que alzaba su vieja muralla,
cual huérfana triste mirando al azul. |
El sol quiere en lo alto calcinar tu frente;
el mar quiere hundirte con mágica ola,
mas todo es en vano; tú vives potente,
como una figura de la fe viviente,
como una reliquia del alma española. |
Publicado en:
La Estrella de Panamá. Domingo 11 de febrero de 1973.
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