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Llueve en mi corazón lágrimas duras
como en una ciudad deshabitada,
en la que entre la sombra reposada
sin paz me ronda tu recuerdo a oscuras;
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por mis venas amargamente impuras
camina tu recuerdo hacia la nada:
y oigo mi pulso igual a su pisada:
en algo hueco, como sepulturas.
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Procuro otros recuerdos de qué asirme
sobre este mar de luz, de esta razón,
donde entre pulso y tiempo y olas peno;
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mas has de irte al fin, y he de morirme,
y he de caerme ahogado al corazón
que está de sombras y de ausencia lleno.
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Del libro: La Estrella de la Tarde, 1950.
Publicado en:
Revista Lotería, Edición Especial I – Octubre de 1998.
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