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Cuando bailas presurosa
al compás del valse bello,
todo ríe; y el destello
de tu faz nívea y sedosa,
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Me hace ver en ti una Diosa
que con su rubio cabello
enarca cual cisne el cuello
de carne color de rosa.
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Y después en un delirio
miro tu alma como un lirio:
Blanca, pura, embriagadora;
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Y mi mente de Poeta
en ti mira la silueta
de mi Musa Soñadora.
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Publicado en:
El Heraldo del Istmo, Nº 4 de 5 de marzo de 1904.
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