Darte la vida en estallidos de la carne y perderme en ello.
Fue la máxima consigna que coronó el universo en mis
cabellos.
Cruce del cielo y del infierno mi vestido de flores.
Me di en las cascadas de tu aliento
en la luz derramada por los vasos de tu día.
En la efervescencia y la pólvora
con el dolor surcando los contornos de este tiempo.
Limpié lágrimas y escombros después de las conflagraciones
con una caravana de fantasmas cruzándome la calma.
Sembré las flores arrancadas de mi risa
y te puse con ellas un jardín en el pecho.
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