Horas cuando el oprobio ardía
como un lagar de puños en fermento
ante las bayonetas
y los labios podridos del Procónsul
que al Canciller atonta y duerme con sus frases.
Pero no todos los patriotas soñaban
con murciélagos rubios
tintos de sangre popular y aterradores,
ni el clamor de la patria, en temerosas fugas
otra vez se perdía, como antaño y para siempre
en el tropel de las inciertas multitudes.
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