Te recuerdas ayer cuando mi boca
besó la tuya en incesante anhelo;
vuestra alma encantada como nota
de un fino violoncello. . .
rasgó el espacio cual mística gaviota
elevando sus alas hacia el cielo.
Mas hoy calló tu voz; y en el sagrado
templo tricentenario se oyen ya
fúnebres elegías, arduos lamentos
¿Pero tu dulce acento?
diluyose cual vano sentimiento,
. . .¡y jamás volverá!. . .