Para Darío Herrera.
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Oculta ante los ojos del torpe mundo
que en un tiempo me amaste, que fuiste mía! . . .
Ya pasó tu delirio dulce y profundo
cual de lira lejana la melodía.
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Oculta que yo he sido centro de tu alma,
que he sido como el astro de tus amores,
que la frase de “amante” robó tu calma,
cual la abeja la esencia de gayas flores.
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Oculta que en tus brazos yo dormitaba
al rumor cadencioso del arroyuelo,
y que lánguida y bella yo te miraba
como arcángel bendito que huyó del cielo.
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Oculta los recuerdos, las esperanzas,
las promesas de afectos y de cariño,
y borra de tu mente las lontananzas
Cual las horas de dichas un frágil niño.
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Olvida que a las frases que me decías
palpitaba mi pecho como los mares,
que mil mundos de gloria me prometías. . .
Al arpegio doliente de mis cantares.
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Olvida que el follaje del bosque umbrío
fue el dosel favorito de los secretos,
do siempre se citaban tu amor y el mío
para estar en las sombras juntos y quietos.
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¡Qué de cosas divinas ¡ay! nos dijimos
bajo el áureo ropaje de la esperanza!
¡Qué de ilusiones gratas alzarse vimos
como una onda a lo lejos cuando hay bonanza!
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Cuando mires mi nombre sobre la tumba,
oculta ante los hombres que te he querido;
es mejor que en la nada todo sucumba
envuelto entre las sombras del negro olvido.
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Publicado en: El Lápiz, año VI, número 71, Panamá, septiembre 8 de 1899.
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