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Adriano C. Velasco
(18??-1899)

Foto no disponible - Adriano C. Velasco

Es poca la información biográfica encontrada sobre nuestro poeta Adriano Velasco. A mediados de 1898 lo encontramos como Administrador general del periódico critico social y americanista El Tío Sam.

Participó en las luchas armadas de la época, apoyando la causa liberal en Colombia y Ecuador, donde alcanzó el grado de Teniente.

Por los poemas encontrados en El Lápiz, podemos deducir que tenía una colección de poemas ordenados y no podemos asegurar si fueron publicados en algún medio impreso de la época.

De origen humilde, fue muy querido por sus amigos y su muerte fue prematura.

Adriano Velasco murió el 29 de agosto de 1899.


Juicios críticos sobre el poeta

Doliente

ADRIANO C. VELASCO

+ en Panamá el 29 de agosto

(Fragmento)

-

Calló por un momento la soberbia protesta de sus labios; enmudeció su lira; la estrofa candente no vibró ya más; la muerte lo acarició con el eterno abrazo y aquella alma fuerte, ardiente como un volcán, se deslió al contacto de aquel frío, formó el arroyo y se precipitó al abismo.

Rodó a la tumba no con el estrépito de cañones ni con el clamoreo de campanas; no era del número de los personajes de estas rimbombancias.

llevó sólo el estruendo de la gratitud, el clamor de la amistad. Y su tumba se cerró como se cierran las tumbas modernas de la aristocracia.

Ninguna tumba debe cerrarse sin que sobre ella sea pronunciada una palabra, -ha dicho Víctor Hugo- y esa palabra la hubo.

Nuestros poetas se pusieron de pies para cerrar la tumba inolvidable de VELASCO.

Pobre en la vida; pobre en la muerte.

La grandeza de su alma se refleja en la grandeza de su entrada a las regiones ignotas.

De cuna humilde, abatido siempre, siempre en la miseria material, con el peso enorme de esta gran carga sobre sus espaldas, jamás se doblegó ante ninguna personalidad.

Tenía el orgullo de su pobreza ¡Sublime orgullo!

Hasta la naturaleza le negó la facilidad para ayudar a la parte material de la existencia, y luchó contra la naturaleza.

Gran soñador, llevaba siempre en su cerebro su eterna riqueza, sus sueños de poeta.

Cargado de ilusiones atravesó por el mundo y con ellas penetró a la tumba.

Joven aún, fue un grande ejemplo de virtudes y era una grande esperanza de su patria.

Su vida pública y privada no tiene manchas.

Afiliado a las doctrinas liberales desde su infancia, ha muerto envuelto en su gloriosa bandera como los antiguos cristianos morían abrazados a la cruz.

Con nosotros compartió durante los últimos ocho años sus tareas periodísticas, y varias veces ha sido para nuestros periódicos el honor de ver reproducidas desde Méjico hasta la Argentina las producciones de VELASCO.

Tenía el carácter de los grandes hombres y la dignidad de ese carácter.

Jamás lo rebajó, y acaso no contento con el puesto que ocupaba lo enaltecía más y más, tanto cuanto fue necesario para que ocupara en el zenit cuando descendiera al ocaso.

Por todo concepto, el nombre de este amigo lo pronunciaremos con veneración y respeto y lo guardaremos eternamente en la memoria.

Liberal convencido, no flaqueo jamás; no dio cuartel ni lo pidió a nadie.

Luchó con su destino y lo busco sangriento; luchó a favor de su causa y la victoria coronó su esfuerzo: doble luchador.

Fue un liberal cosmopolita. Un día oyó un ruido extraño, fuerte y espantoso como el rugir de los volcanes en las entrañas de la tierra, como un terremoto: era el volcán del liberalismo que al fin había estallado en el Ecuador, era el desplome de los últimos conventos en que el conservalismo guardaba los restos de la vieja tiranía de García Moreno; era el eco del liberalismo ecuatoriano que al entrar en campaña pedía el concurso de los correligionarios.

Pronto VELASCO apareció allende el Guayas, formó en las filas voluntarias y marchó a la guerra.

Y aquel hombre a quien la naturaleza negara la perfección humana, supo empuñar un rifle y manejarlo en combate.

El partido liberal triunfó para siempre en el Ecuador y aquel joven voluntario regresó a Panamá en seguida con su frente coronada por los laureles del triunfo.

Como premio a su valor alcanzó el grado de Teniente.

Y regresó pobre como pobre fue.

No pertenecía a la causa sino para servirla únicamente, no para servirse de ella.

Ha pasado este joven luchador en Colombia los últimos días de su vida escupiendo siempre el rostro envilecido de los tiranos de su patria.

Siempre dispuesto al culto de la idea, jamás se le vio tomar por la vereda; siempre lo vimos en medio del camino.

Si no llevó en vida la admiración de su grandeza es porque el espíritu humano siempre es pequeño para las pequeñas personalidades.

Sin embargo, jamás se dijo soy, aun conociéndose a sí mismo; siempre que le dijeron eres lo rechazó.

[…]

Y al fin de tanta lucha, al fin de tantos sacrificios, después de tantos sufrimientos morales que le enfermaron el alma, animado su espíritu por grandes esperanzas, con su cerebro lleno de soberbios pensamientos y de obras colosales, siempre dispuesto a la campaña, siempre en lucha, le ha tocado morir. . . Y morir joven, en esta noche lóbrega, de sombras, de ignominias, despotismos y tristezas en su infortunada patria.

Cayó, si, en la plenitud de su vida, cuando la patria aún necesita de él; pero ha caído soberbio y valiente, sin arriar su bandera de combate, como caían majestuosos los grandes paladines de la antigua Grecia.

La muerte traidora le ha sorprendido en un rudo batallar por la existencia; combatiendo por los principios liberales con inquebrantable fe de apóstol; de pies sobre las ruinas del presente y contemplando los albores del futuro.

Descanse por hoy en paz en las regiones eternales el grande y buen amigo, el grande y buen copartidario; duerma en el silencio de las tumbas hasta que mañana el tronar de los cañones y las descargas de las fusilerías liberales en Colombia vengan a turbar la paz de los sepulcros.


JOSÉ S. MENDOZA, Publicado en: El Lápiz, año VI, número 71, Panamá, septiembre 8 de 1899



Obras de Adriano Velasco

Título Año
Por los poemas encontrados en El Lápiz, podemos deducir que tenía una colección de poemas ordenados y no podemos asegurar si fueron publicados en algún medio impreso de la época.

Referencias

  • El Lápiz, año III, número 60, Panamá, agosto 25 de 1896
  • El Lápiz, año III, número 65, Panamá, septiembre 30 de 1896
  • Revista de Cayo Hueso, volumen III, número 25, Key West, julio 24 de 1898.
  • El Tío Sam, año I, número 19, Panamá, agosto 20 de 1898
  • Revista de Cayo Hueso, volumen III, número 30, Key West, octubre 10 de 1898.
  • El Lápiz, año VI, número 71, Panamá, septiembre 8 de 1899


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