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De Santa Marta ante la playa ardiente
refrena el héroe su corcel de gloria,
en cuyas recias ancas la Victoria
cabalgó, dando vida a un continente.
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Lleva abatida la procera frente
ornada de laureles; irrisoria
guirnalda para el Mártir de la Historia,
cuando su pecho destrozado siente.
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Un dolor infinito le tortura;
es que ha visto rodar desde la altura
toda su obra convertida en ruinas;
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y ante la infamia, la traición y el dolo,
al verse odiado, escarnecido y solo
le punzan los laureles como espinas.
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