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Ayer mi corazón con broche de oro
guardó en su fondo, como en urna santa,
la Fe, que todo en derredor lo encanta,
como preciado y celestial tesoro.
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También allí guardó, con puro anhelo,
la Esperanza, evangélica y sagrada
que cual faro de luz en la jornada
alumbrase mi senda en este suelo.
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Hoy, ya cayó sobre el rosal florido
y marchitó la luz de mi esperanza
el alevoso soplo del olvido.
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Y rompiendo del broche la dureza
el blanco lirio de mi Fe sagrada
tronchó también su insólita fiereza.
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Del libro: Nieblas del Alma
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