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En las noches tristes de mi desventura
cuando la amargura me viene a agobiar
un alivio busco lleno de ternura
y a mi madrecita evoco al cantar.
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Madrecita linda, mi prenda querida
virgencita santa, joyel de virtud,
para ti quisiera robarle a la vida
toda la potencia de su juventud.
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Para que tú vivas y nunca te mueras
yo le pido al cielo con todo fervor
que te cuide siempre, que mucho te quiera,
que jamás tu cuerpo reciba un dolor.
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Del libro: Las canciones más bellas de Panamá
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