Epílogo La Ruta que Vendrá, por Pablo Menacho |
Pero aún hoy,
después de tantas madrugadas
asediados por un implacable insomnio,
seguimos trazando nuestra ruta
por una senda inexplorada.
|
Desfilan las cruces de los muertos
mientras las manos flotan como granadas
en el aire.
Nuestros muertos
son raíces de una herida ya imborrable.
|
Nosotros, los de aquí,
aún nos resistimos a ser presa
de la sorpresa.
|
El mundo da giros distintos cada día
y, sin embargo,
aún nos batimos a duelo con los mismos fantasmas
sin resignarnos a borrar las marcas del ocaso.
Soñando los oleajes que vendrán
con las corrientes de los mares.
Con la sangre intoxicada,
tanto como seguimos intoxicados
por la brevedad del instante
y la acumulación.
|
El mar siempre regresa
con la voz de los ausentes
y nos revela el rostro oscuro de la noche.
|
Este habrá de ser el momento para iluminarte
y trazarte, finalmente,
la nueva ruta que defina la mañana,
el instante en que la claridad se torne impostergable.
|
Del libro: Carta a Edmond Bertrand
|