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Al doctor Mauro Membreño,
con estimación y gratitud sinceras.
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En la penumbra azul donde mi vista
sin impaciencia su recobro espera,
yo comprendo mejor cuánta armonía
enlaza en maravilla los sentidos.
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Los pasos familiares, las palabras,
tienen ritmo de música que llega
con caricia de flores; con el roce
de las manos fraternas o filiales.
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Perfumes y sonidos toman forma
y el tacto me traduce las imágenes
que miro proyectarse en el recuerdo
esculpidas y vivas como antaño.
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En la quietud insomne de estos días
de cautiverio que a mis ojos guarda
yo pienso que son ellos la excelencia
en la atalaya fiel de los sentidos:
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Ventanas levantadas en la torre
de la fuerte y erguida arquitectura
que Dios legara al hombre y su progenie
para que busque en derredor su imagen,
nos hacen comulgar con el paisaje,
dialogar, en los libros, con los sabios,
penetrar las regiones infinitas
tal el cielo y el mar de eternidades.
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Y el alma, lo profundo y misterioso
del ser, se asoma a los cristales magos
en amor, en dolor, ira o despecho
que son chispas de luz inigualadas.
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La ciencia logra devolver los bienes
de la salud por la actitud cristiana
de quienes dan su tiempo al ejercicio
retador implacable de la muerte
y auxiliar sin desmayo de la vida.
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En la pantalla fiel de los recuerdos,
sensaciones, olores y sonidos
se yerguen y se visten con ropajes
de visiones que tuve en otros días,
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y sueño con mirar la madreperla
de la aurora entreabrirse en el Oriente
y contemplar el disco alucinante
del sol subiendo al trono del espacio;
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sumergirme otra vez en la onda pura
donde flotan los astros milenarios;
mirar el mar tranquilo o borrascoso
mas siempre estampa de hermosura incólume;
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volver a ver... mirar todo lo bello
que ofrece el mundo, y ver rostros amados:
los niños abrirse como flores
para seguir embelleciendo hogares.
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Yo volveré a gozar tanta riqueza,
a reencontrarme con amados libros,
confiar al papel mis emociones
y a proyectar afecto en mis pupilas.
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Han de volver mis ojos, ya en ocaso
a recoger la luz y a proyectarla
porque la ciencia se mantiene en vela
y la interpretan comprensivas manos.
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Yo bendigo estas manos que devuelven
a mis ojos el don de sus espejos
y que el Señor en ellas vibre siempre
con la virtud excelsa del Maestro.
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Revista Lotería, Mayo 1969, No. 162
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